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“El teatro exige, pero también entrega cosas maravillosas. A mí me permitió conocer el mundo, cuando de niño ni siquiera había salido de la Región”

Ángel Lattus es una figura clave del teatro regional en Antofagasta: actor, director y gestor cultural con una trayectoria de más de seis décadas. Discípulo de Pedro de la Barra y uno de los impulsores de la Compañía de Teatro de la Universidad de Antofagasta, en el 2018 recibió el Ancla de Oro, el máximo galardón otorgado por la Municipalidad de Antofagasta, por su aporte al desarrollo de las artes en la ciudad, además de ser el cocreador del Festival Internacional de Teatro Zicosur (FITZA), evento que reúne obras de países del Cono Sur, entre muchísimos otros proyectos.

¿Cómo describiría la evolución cultural de la Región desde que comenzó su carrera?
Cuando llegué a Antofagasta en los años 60, la ciudad era muy bulliciosa culturalmente. Había coros en las esquinas, festivales de verano, conciertos permanentes. Conocí grupos como el Teatro del Arte dirigido por Luis Soto Ramos, el Teatro del Desierto y también el naciente Teatro de la Universidad Católica del Norte. Todo eso marcó mi camino. Desde entonces, he visto una evolución fuerte, especialmente en el teatro, que hoy tiene una fuerza renovada con jóvenes egresados de la carrera de artes escénicas de la Universidad de Antofagasta. Es emocionante.

¿Qué rol cree que ha jugado el teatro en la identidad del Norte Grande?
Un rol fundamental. El teatro ha sido una herramienta educativa y de conciencia desde las oficinas salitreras. Los obreros hacían teatro con líderes sociales, y eso dejó una huella profunda, porque además el teatro en aquellos tiempos era una forma de educación, las obras contaban las historias que todos debían conocer y que no llegaba a los rincones inhóspitos donde la población era reducida, por lo que era una forma muy efectiva de transmitir información a la comunidad. Yo nací en Vergara, viví en María Elena y Victoria, y siempre vi cómo el teatro era una forma de expresión para los trabajadores. Esa raíz aún vive.

¿Cómo ha cambiado la formación teatral en la Región desde entonces?
Antes formábamos actores con pura intuición y pasión, sin bases académicas. Hoy hay carreras con formación sólida, como en la Universidad de Antofagasta, que profesionalizan la práctica. Sin embargo, sigue siendo difícil tener más espacios y apoyo. A veces los grupos inician su oficio en las artes escénicas en lugares inhabitados o en los propios patios y hogares de los mismos artistas y eso nos indica que faltan espacios que cuenten con los medios para desarrollarse de mejor manera.

Hablemos del Festival Internacional de Teatro Zicosur (FITZA). ¿Qué impacto cree que ha tenido?
Ha sido enorme. Empezó como un pequeño encuentro latinoamericano y hoy es un festival internacional conocido en todo Chile. Siempre está el sueño de que las nuevas versiones sean aún más grandes, pero nos hace feliz, ha logrado llegar a territorios donde el teatro antes no llegaba. Hoy las compañías visitan juntas de vecinos, poblaciones. Se ha descentralizado y eso es maravilloso.

¿Qué consejo le daría a los jóvenes del norte que quieren dedicarse al teatro?
Que lo hagan con honestidad, humildad y mucha disciplina. El teatro exige, pero también entrega cosas maravillosas. A mí me permitió conocer el mundo, cuando de niño ni siquiera había salido de la Región. Hay que entregarse con pasión, sin egos, sin soberbia.

¿Cuál le gustaría que fuera su legado para el teatro antofagastino y del norte del país?
Que nunca falte el teatro. Que siempre haya alguien dispuesto a mantener viva la llama de las artes, aún en tiempos difíciles. Me gustaría que las autoridades también se enamoren del arte y apoyen a los artistas para que Antofagasta sea reconocida como la capital nortina del arte. Ese sería mi mayor sueño.